Así nos decían del déjá vu y no entendíamos ni en sentido corporal, la mitad del asunto. Los razonamientos, el campo oceánico nos nos determinaba la individualidad del mundo y el miedo era la intemperancia del goce.
Y sabíamos, sabíamos de la evaluación final cuando los dueños del sistema dictaminen lo real y la representación, la representación no exista.
Pero éramos varios los que discutíamos sobre la neurosis del coaching y la verdad, sinceramente nos dejaba sin cuidado el artificio del magnate.
Vivir, y que dios crea.
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