Todas, las amígdalas más profundas decían de tí. Acaso porque ya eras mamá, pensabas que sólo debías guiarte por la responsabilidad de criar a tus niñas y eso, el deseo, el deseo de un hombre quedaba para las tinieblas.
( Creencia específica).
Había más. Por terquedad del sistema, usabas la creencia para juzgar a quienes todavía se liberaban de los prejuicios de algunas ideologías berretas.
Te encajaba todo. Y tus prácticas sexuales más íntimas las contabas en tus habituales sesiones de terapia. Un imaginario del goce.
Pero igual, a pesar de los contextos, eras una bacana. Y el socotroco ese, te relajaba, te encantaba. Y desde ya, vos a mí.
Amor de los milagros del dios.
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