Sabía entre tantas consideraciones que la complicación de la poesía no te cabía ni una milésima. La métrica, la imposición del sentido del amor para conquistarte, no era tu fuerte y te hacías rogar. Yo, pollerudo por antonomasia, no comprendía las situaciones que me endilgaban los demás, tipo rarezas y mistificaciones del affaire.
Las judías no bailaban. Era el obrero el poético.
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