lunes, 14 de mayo de 2018

La Hipnosis Del Clan

Tenía hambre. Me enfermaban las difamaciones en que muchos conocidos expresaban a escondidas. Cuando en verdad, desconocían los motivos últimos del atrevimiento de las iracundas. Pero sí, era cierto. Tenía un hambre grandísimo, casi cómo nunca antes.

Los especialistas, aparte de la dulzura provista a la estructura legitimante, esgrimían ya del terreno aparente para emigrar y dar a luz. No iba a jurar nunca por el juguete perdido a expensas de la sincronización medida y qué a la casualidad recogí, no, jamás. Pero implicaba el deseo perenne de ser. Y el deseo, lo sabía, era la bestialidad de la máquina.

Le dije a dios que tenía hambre. Se olvidó. 


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