La textualización. Era tiempo de poca inteligencia e ignorancia cuando nos subíamos al carro del juego y esgrimíamos a la intemperie el fraude del patriota.
Pero era cierto. Repetíamos incesantemente las verdades que nos ofrecían los demás sobre el bien religioso y el mal religioso. Yo derrapaba en la cúspide. Al paso, eran los amiguitos del dolor pactado y los que se creían potenciales heroes.
Ya, para el sistema de enamoramiento, no dejábamos rastros.
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