No había sorpresas entonces al momento de dilucidar las causales del problema. Eso implicaba obvio, ahogarse en un vaso de agua cuando las horas pasaban y nada, los síntomas de la sincronización.
Y decían del bruto. La fe, la fe sin la moderación necesaria los cegaba. Idéntico, idéntico a las formas ideológicas que también cegaba a varios que pretendían verdad sobre la historia.
Pero nos amábamos. Éramos rubios y morochos, distintos, pero nos amábamos.
Y no lograban comprender los dichos de esa implicancia.
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