No entendía las composiciones de los textos sagrados y de donde surgían las lecturas proféticas de los mismos. Había realmente, poca manifestación de conocimiento plausible para darle credibilidad a los dichos de esos textos.
Confiaba en las piernas rotas. Y a su vez, confiaba en las piernas que secretamente generarían los milagros jamás creídos por los que saben más en la tekné y desprecian del oráculo.
La física, era del púgil.
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