Ya era elocuente que no podía conquistarte y al opio de la ilusión, igual, mis sentidos construían más y más ilusiones al menos para pensarme más allá.
Tenía una historia de amor no posible acaso porque la princesa nunca se ánimo a expresar sus deseos y realizarlos en carne.
Debía aprender, debía mejorar. Cultivarse era la sensación de la imagen.
La verdad, el que decía ser un coach, nada de ontología.
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