Y eso que te pasaba era por tu culpa. Era obviedad, a mí y al resto de los mortales nada de eso nos ocurría y entonces no servía que me ofrezcas explicaciones cuando las maldades eran totalmente ciertas, detestables y por entera culpa tuya. Ya no podía creerte.
Y rogaba, juró que rogaba meticulosamente para que pudieras entrar en razón y te dieras cuenta que ese tipo no era para vos. No era para vos porque sencillamente el tipo no tenía los principios morales necesarios para conquistarte y hacerte saber del amor. Del amor, que por culpa de tus padres perdiste.
Ni por asomo yo iba a comulgar con las crianzas de mis hijas al fiel estilo de las princesas superficiales y vacías de contenido. Bajo ningún punto de vista.
Pero eras eso. Y dios, aunque no lo creas, existía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario