Tampoco yo era el tipo que vos creías. No lo era. Había mentido para condecorarme con la iglesia y no quería saber más nada de las huestes eclesiásticas. Los estudios eran imprevisibles. Te daban a entender que no creíamos la verdad de la verdad, entonces ficticia.
Teníamos esas cosas nuevas de las neurociencias y por caso, a la hora del ocio, los sectores populares preferían esa idea de los churros para calmar la sustancia cósmica de la libido.
No quería decírtelo, a priori había un concepto clave dentro de la historia. El mundo contra mí.
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