A quienes de forma oculta, desinteresadamente les generaban un seguimiento ilegal, ni nos importaba. Sabíamos del sake, del té sólido y del arte rupestre que a su vez, se constituía en nuestro gran escondite.
Frecuentábamos las formas cósmicas del amor plebeyo y sin razón, creíamos en eso que decían ser Dios.
Y a la fronda de los árboles, la resaca, el mal camino.
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