No comprendía esa situación donde bajabas el volumen de la tv para obtener silencio y escuchar si alguien hablaba en soledad o teatralizando la problemática de la sociedad. ¿ Qué sabías entonces de mi corazón?.
Yo, sí, sí, era un ser de otro planeta, no me cabían las dudas. Incluso, criado y culturalizado bajo distintas formas elípticas de lo que había en estos parajes. Pero no te iba a engañar, no tenías ni que pensarlo.
El único engaño posible dentro de mi mente estaba en relación a la mujer de mi vida. Castigaban a un caballo muerto y les encantaba. Subíamos la lujuria y el punto era para el dios de la carne.
¿ Sabías de la proposición apocalíptica?. Lo supuse.
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