Eran autoridades de gran magnitud al menos en ese ámbito, las que indicaban sin desatino la producción en masa de aves que pudieran contrarrestar el advenimiento de la grasa, strictu sensu, designio de las corporaciones del centro.
Pero no comprendía mi yo ni mi super yo, a quienes acusaban al nivel de individualidad en que se manejaba esa verba de los almirantes.
Aparecía el soliloquio. Y aún siendo profesionales de la inteligencia y la fe, (la estatura física era otra cuestión), los espectros se movilizaban bajo distintas sintonías de otros radares cósmicos y su ciencia a veces, nos motivaba de realizar una historia de la nada.
Decíamos, una historia de la nada. Los sabios, los verdaderos sabios y no aquellos que detentaban la información necesaria y precisa, comenzaban a conformar una potencial cofradía del amor secreto y fulgurante.
Ni lo dudaban. Pretendían el cajón guardado de la herencia.
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