Eran tus actitudes las que en última instancia iban a determinar el grado de beligerancia cuando decíamos amarte, aunque en verdad, cruzábamos los dedos y le pedíamos al Señor que mueras.
Y no. No frecuentábamos esas ideas que según vos, iban a liberar al mundo de la soberbia de los cuerpos. Ni lo imaginábamos.
Sabíamos de la apropiación del dinero y de la derrota convertida en fetiche.
Aunque también sabíamos de las amistades encubiertas, con tal de liquidarte y convertirte en otra mercancía y en otro de los tantos sapos de otros pozos.
Pero no lo íbamos a realizar. Tu estructura legitimante caía y caía en un absoluto declive depresivo y se asimilaba a la zurda.
Prendían fuego y no daban la cola.
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