Nunca le reprochaste al informante ilegal de las serias consideraciones que se desparramaban bajo todo el suelo de la sociedad y donde yo, según sus dichos, era el absoluto culpable del mal de los nuestros.
Entre los extranjeros, donde decías que había que incluirlos por una cuestión de necesariedad y conveniencia social, tampoco aceptabas la verdad del disenso cuando enamorarse, no era por una cuestión política.
Parecía que creías tener derecho a pedirme explicaciones por irme y dejar solo no se que. Te cuento que no hice ninguna revolución y mucho menos te engañe, si era eso lo que preocupaba.
Pero de las informaciones ilegales que usufructuabas y donde incluso, considerabas tener verdad, no ponías tela de juicio.
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