Eran varias las rispideces en torno a la producción de conocimiento esgrimido por ámbitos académicos y otros que en verdad, no existían. Pero la ciencia cierta desconocía de los prolegómenos altruistas de la existencia y algunos, claro algunos, lo confundían con la idea del arribismo. Desde ya.
Yo, por cuestiones de experiencia divina, creía en la existencia de fuerzas del más allá que dieran cuenta de la posibilidad de lo incognoscible y que incluso, era lo más común de las creencias específicas del mundo terrenal y del desarrollo del despliegue ontológico. Al pasar, me esgrimían que me embarraba en aguas no potables y que en esas consideraciones, iba a quedar resentido strictu sensu.
No importaba. María, quimera de las ramas caídas.
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