Era obvio que por cuestiones económicas no podíamos ir al hotel más top para enamorarnos. Sería mentirnos para aparentar el consumo orgánico del capital y aunque nos seducía esa idea, no disponíamos de una economía confortable para tales fines.
La horda, la multitud, discutían y aplicaban el disenso con respecto a la dimensión del conocimiento y cuales eran las causales del castigo a los sectores más vulnerables e incluso a sectores promisorios.
Hacíamos ciencia, pero no sabíamos. Dolían las rodillas cuando caíamos en crisis.
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