La it girl era superpoderosa y daba instancia de amor al veredicto final. La arena del tiempo, la seducía con el tanto del prejuicio de clase, y al sol, germinaba su astucia de loto.
Y había vuelta. Vuelta de flirteo de la serpiente y el humus histórico de las nubes secas, nubes que dibujaban la nodriza apocalíptica del suspiro tangencial. -Acaso no comprendíamos-
Superpoderosa en los intentos de salirse de la lógica reproductiva del statu quo de ser y ella era el alcance de la ciencia del ego.
Corporativo, corporativo la sensatez de mi orgullo.
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