Era mi mamá la que esgrimía que estaba en el aire, el virus, la bacteria. Y yo pensaba, pero no, no es así. Ella no había leído ni de casualidad la frase; todo lo sólido se desvanece en el aire y entonces porque sí, supuse de la sincronicidad.
Y no quería seguir desmenuzando el saber de la vida. Era cierto. Consumíamos sólido y desafíabamos la perfomance orgánica de lo contrario, lo líquido, lo gaseoso.
La episteme, la mercancía. El sujeto en cuestión.
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