Ahora venías a decirme que la estrella de Belén te guiaba hacía la oscuridad. Esa oscuridad, se entiende, tan temida por la inteligencia humana. Faltaba que dijeras que los lobos se comían a los hombres por mandato religioso y lo crudo entonces sería la candidez por la espera.
Los amores, esos distintos amores por el vicio, ya habían sido perdonados y ya se encontraban en otra secuencia mística del tiempo.
Deberías haber conocido al que te dije. No soportaban su plenitud.
No hay comentarios:
Publicar un comentario