Era mucha la sangre derramada cuando esgrimías verdades que sólo comprendían los bárbaros y la tela de juicio quedaba para el insolente.
No era cierto que creíamos de vos lo que otros decían de vos. Era re prejuicio de tu parte considerar esa idea y tampoco especulábamos de hablarte o preguntarte porque esos ojos no sentían.
No lo pensaste. No llamaste por la sangre de esos ojos, no lo hiciste.
La brújula nos daba la indicación necesaria. Sujeto de reserva y locuaz, darte el sentido de la explicación de la barbarie.
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