Era cierto que nos adulábamos de reojo, acaso por desconfianza mutua y pensando que dirían los demás de cuando nos enamoremos, potencial idea de lo que iría a suceder. Sí, era cierto. Silenciosamente amaba tu cuerpo. Era una desfachatez decirlo, pero amaba tu cuerpo.
Las mariposas, los crustáceos que comíamos en nuestras salidas me causaban antipatía, pero era fuerte el proceso de enamoramiento dentro de mi ser, lo sabías y te hacías el soberbio.
Los lugares de moda, simplemente eran los lugares de moda y no conformaban el ecosistema adecuado para lo que vos pretendías insinuar diciéndome al oído, el deseo del deseo para el deseo. No importaba.
Confiaba en la sincronización del mundo y había lo que había.
Espontaneidad a primera vista.
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