Había que vacacionar porque era una obligación moral deleitarse con los paraísos terrenales del mundo y ningún sistema social nos iba a excluir de tal pretensión.
Sabíamos que éramos mercancia y el plus de goce iba a estar dado por ser grandes vacacioneros y dejar huella para que observen los trepadores.
La envidia, la envidia era entonces el sinónimo del patriarcado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario