Todavía creías que tu jefe no tenía nada que ver con la idea del envenenamiento y el posterior juicio apocalíptico en contra de tus bienes. El títere, así lo comentaban, no tenía ningún tipo de relación con la cofradía de los secretos y sí le endilgaban funcionalidad, porque entonces así les convenía.
( Lo mismo, hacer el amor y no decir de la inutilidad del diálogo).
Yo era fragmento, aunque caído del cielo y no vendía mi contraseña al resto de princesitas que capaz, por acción dolosa, la utilizaban. No era poco y estaba por determinarse eso de que verdaderamente estabas enamorada y que no me engañarias con los preceptos del genio maligno.
Era tu motividad. Y tu razón, lo que estaba en juego.
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