Todavía no tenía resuelto la cuestión de la estrella y hasta incluso despotricaba con la endilgación de ser estrella, sí ni siquiera tenia talento o virtud para ello.
Pero sucedía lo que sucedía y entonces las chicas eran estrellas y el sistema no indicaba sí era por conveniencia o acaso meditación de la sincronización.
Y no sabía que hacer, realmente.
Sí restablecer la idea del amor auténtico sin dios ni patrón, o fugarme a la ciudad y decir del ausente.
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