Dí el examen pero no entendía nada. Las orejas murmuraban las cosas del vino y el encantamiento ocultado. Un cuerpo estaba destinado al fracaso y el temple de los machos ya cansaba.
La nota era un cero y yo por dentro lloraba de celos y al colmo, no lograba graduarme.
Habían pecado. Jolgorio de los dioses gigantes.
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