Ni con el péndulo podíamos convencerla sobre la apreciación del primo churro y que tire la chancleta a los fines apriorísticos de restablecer el mundo, o en su caso, superar la crisis de existencia a propósito del doble.
Sabía la prima de lo que decían los exquisitos pero estaba cegada en su forma religiosa y no había caso.
El primo, eppur si muove.
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