La dolce vita ya no iba más. Demasiado prejuicio para poder desplegarse en este mundo como se debería. Pero ya está.
Había que ignorar hablar del tema y decir que todo estaba muy bien. Más que bien. La sustitución corría al antojo del libre albedrío.
No ibas a poder amarme de verdad sí estabas tan interesado en lo que esgrimían los lindantes, los terceros, los que decían del amarre.
Era fingir para no educarse más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario